Las primeras sociedades humanas se regían por normas, que cambiaban en función del cambio mismo de las instituciones, las creencias religiosas, las costumbres y la interacción entre los miembros de la sociedad, la interacción con la naturaleza y con otras sociedades.
Eran normas que debían contribuir a la preservación de la sociedad. Someterse a ellas requería reprimir impulsos, instintivos agresivos o aquellos que, sin ser agresivos, perturbaban la armonía social, como las relaciones incestuosas.
En general, el ser humano era normativo; y en particular, la norma fue uno de los primeros productos ultrabiológicos, tan importante como la agricultura, la domesticación de animales y la fabricación de herramientas.
La normatividad fue un producto ultrabiológico en el sentido de procesos no reductibles a fenómenos biológicos o bioquímicos.
Eran normas que debían contribuir a la preservación de la sociedad. Someterse a ellas requería reprimir impulsos, instintivos agresivos o aquellos que, sin ser agresivos, perturbaban la armonía social, como las relaciones incestuosas.
En general, el ser humano era normativo; y en particular, la norma fue uno de los primeros productos ultrabiológicos, tan importante como la agricultura, la domesticación de animales y la fabricación de herramientas.
La normatividad fue un producto ultrabiológico en el sentido de procesos no reductibles a fenómenos biológicos o bioquímicos.
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